miércoles, 28 de julio de 2010
Las fronteras
Increíble, estoy viendo un Sesiones con Alejandro Franco y bam! Está tocando uno de los grupos que estoy empezando a respetar bastante, Gogol Bordello, una banda multicultural, se podría decir que una multinacional, en el sentido generoso de la palabra. Y Eugene Hutz, su cantante principal afirma que la condición de las personas debería de ser ciudadanos del mundo y caramba tienen razón. No soy un viajero empedernido, aunque quisiera serlo, pero ya he sentido en carne propia lo cansado de la burocracia aduanera, he sentido el hastío que te produce una fila que tarda media hora para que sellen tu pasaporte y te den un status provisional y “legal” en un país ajeno, ya he llenado formas en la que te piden que declarés hasta la tierra que te llevás en la suela de los zapatos, en fin algo engorroso hasta para el más paciente de los cristianos.
Me he dado cuenta que las fronteras sirven para demarcar sentimientos, para crear jerarquías, para aumentar complejos y multiplicar inferioridades. Sirven para inflar superioridades y para descomponer sociedades, también para incentivar a que dos personas distintas se odien sin ningún motivo aparente, sólo porque tienen actas de nacimientos que emiten diferentes autoridades. Los límites geográficos fueron creados producto de luchas intestinas que separaron familias, aniquilaron vidas y machucaron egos. A veces, sin ninguna razón especifica. Las fronteras te permiten que no entendás culturas, que no comprendás culturas, que te hagan sentir diferentes aunque vivas a 10 kilómetros de distancia. No veo cercano ni tampoco profético que imaginemos a un mundo sin fronteras, sin pasaportes, sin inhibiciones, sin entumecimientos mentales, sin chauvinismos. No se vislumbra que un partido de fútbol se traslade de una cancha a una disputa nacional, engrandecida por periódicos amarillistas y por aquel asqueroso amor patrio. Yo amo a mi país, pero también me gustaría decir que soy nica ciudadano global. Mentira es que estamos en una aldea global, eso nos han querido vender corporaciones codiciosas que emiten anuncios fariseos para engrandecer sus de por sí ya grandes bolsillos. ¿Cuándo será el día en que podamos movernos libremente sin que te detengan por tu acento, por tu color de piel, por tu vestimenta? ¿Será posible que ese día esté cerca o seguirá durmiendo el sueño de los justos?
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