lunes, 16 de agosto de 2010

Enverjados!


Las verjas, nuestras nuevas tarjetas de presentación, si señores así como lo leen. En los últimos años se han incrementado significativamente los ingresos a las empresas relativas a la seguridad y protección personal. Y abarca a todos, desde el soldador del barrio que nos elabora la verja para cuidar nuestra casa hasta el ex militar que, con sus conectes y sus ahorros puso una empresa de seguridad.
Es palpable el sentimiento de inseguridad que existe en Nicaragua, la gente de a pie no toma como suyo “uno de los países más seguros de América” y no estoy exagerando. Está bien, talvez aquí no tengamos los pleitos territoriales de los mareros, ni las ejecuciones que los narcos llevan a cabo. Ni los enfrentamientos entre pobladores de favelas y policía. Pero si tenemos al ladrón que sin ningún pudor y sin importarle que le alumbre el nefasto sol de mediodía te puede ensartar un puñal en tu más querido riñón. Tenemos al pandillero que sin asco te deja caer un adoquín en la cabeza porque no le diste tu teléfono Alcatel, de esos que vienen con los Corn Flakes. En el lugar donde trabajo se han tenido que instalar sofisticados sistemas de alarma, impropios para los nicaragüenses comunes y corrientes 10 años atrás. También se instalaron dos cámaras para identificar mejor el rostro de los desalmados e inescrupulosos delincuentes que a plena luz del día y en una pequeña plaza comercial se introdujeron y sacaron como Pedro por su casa cuatro laptops, todo esto en menos de 10 minutos. Esto de las cámaras lo miro ineficiente e inútil, pues la Policía, aún teniendo las fotos de los sinvergüenzas, no los ha encontrado 3 meses después. Pero, hay más, de ipegüe, la señora dueña de la plaza, me ha hecho sentir como en una fortaleza de metal, pues ha llenado el módulo con unos 20 metros lineales de cortinas aceradas para construir la última muralla, espero que esta si sea capaz de detener a los ladrones.
¿Qué paso con nuestro país? ¿Por qué ha crecido este sentimiento de inseguridad? Mi nariz apunta a que la Policía no ha cumplido su papel. Ya nadie la respeta, es un trabajo uniformado más. Vemos como con su doble estándar es apedreada, mortereada, vilipendiada y usada sin ruborizarse siquiera la cara. La Policía es buena para destituir alcaldes, para cumplir arrestos extemporáneos y matar ciudadanos, es buena para escoltar a políticos y santos, pero es ineficiente para cuidarnos a los que les pagamos el salario, incapaz para protegernos a la mayoría y es hipócrita al no ponerse al Servicio de la Comunidad. Ojalá se rectifique y se detenga este incremento de delitos, aunque sus estadísticas nos digan lo contrario. Es tiempo de volver a sacar nuestra mecedora a la acera sin temor a que un bicicletudo te pase arrebatando tu cadena de oro laminado.

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