miércoles, 13 de abril de 2011

Dos Nicaraguas.


Existen dos tipos de Nicaragua. Siempre se ha sabido eso, no es nada nuevo, no nos alarma, no asusta. Pero no hablo de las Nicaraguas antagónicas, de las que las separa un vidrio con aire acondicionado del brutal calor y el insoportable polvo. No. Hablo de las Nicaraguas que a diario conviven en rutas, en centros comerciales, en oficinas.
Estas son amigas, se van al cine juntas, a tomarse una cerveza en la pulpería de la esquina, a ver el juego de beisbol en el campo y las que platican de su vida en el mercado. A simple vista parecerían idénticas, que tienen los mismos problemas y les divierte lo mismo. Que batallan para salir adelante y que caminan la misma ruta. Pero no, todo esto está alejado de la realidad.
No empezaré a hablar de la Nicaragua “democrática” o la Nicaragua “revolucionaria” Esos dos conceptos han sido prostituidos por una clase política prebendaria, egocéntrica y más alejada de lo que los nicas queremos de verdad. Por un lado existe la Nicaragua que piensa a corto plazo, la que no se sofoca por los dilemas del mañana, la que no le incomoda lo que heredará a sus descendientes. Esa es la que acepta su cruz y la carga sin ningún problema porque tiene un plato de comida en su casa. No es víctima de asesinatos por un aparato gubernamental represivo y sin compasión. Esa es la que mira como modernidad que se abran tiendas, se construyan centros comerciales sin inmutarse ante el chavalito que le golpea el vidrio para que le dé un peso. La que acepta que con desparpajo y sin asco pisoteen las leyes con tal que un gobierno les de un techo, les regale una vaca y les prometa amor y paz, mientras ocupan sus impuestos para repartir migajas y engordarse sus bolsillos para vivir como potentados o como oligarcas queriendo construir monopolios y aventurarse en negocios capitalistas que le produzcan rentas.
Pero esta la otra Nicaragua que no acepta que su Constitución sea ultrajada, la que ansía libertad de pensamiento, la que ansía levantarse y salir a la calle a gritar cuatro cosas sin miedo a que nadie te censure, sin miedo a perder su trabajo, sin miedo a sus acciones inmediatas signifiquen manchas oscuras a su futuro.
Ya vienen las elecciones, la cosa va a cinco bandos y todo mundo se dice ser el representante del pueblo, todos lucharan entre sí destruyendo nombres, ensuciando mantillas y rebuscando como chanchos en el lodo, cualquier error que su contrincante haya cometido en su pasado. No quiero decir por quién hay que votar. Tampoco quiero asumir que estos candidatos representen los intereses de la mayoría, pero ¿queremos seguir viviendo en un país donde el PIB crece y los salarios no alcanzan para nada? ¿Queremos mantenernos con miedo de expresar nuestras ideas? ¿Queremos ver como se reparten las migajas para muchos del pastel que comieron unos pocos? O ¿queremos un país donde se respeten los derechos ciudadanos y se haga cumplir los deberes? ¿Queremos un país donde se invierta en educación para asegurar el futuro, no que se invierta en medidas populistas y partidarias?
Nosotros podemos cambiar eso, no con las armas ni con los garrotes, sino con nuestra voz para exigir el respeto que nos merecemos. Espero que al final, las dos Nicaraguas vivan juntas, que haya comida en el plato, pero también exista el respeto a la creencias de los demás.

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