martes, 19 de octubre de 2010

¡Última hora!


La gota que derramó el vaso, o la cubeta porque es mucho más grande que un vaso, fue la transmisión ininterrumpida del rescate de 33 hombres comunes y silvestres. Ya estaba decepcionado de la forma como los periodistas escogen, con lupa pintada en color dólar verde, sus noticias. La más hilarante de todas las noticias de última hora, de las breaking news, fue cuando Tinkerbell, la perra chihuahua de Paris Hilton había desaparecido, en coro, las principales cadenas del mundo informaban en vivo y directo a millones de televidentes esta “trágica” historia en la cual la apesarada dueña de la mascota ofrecía miles de dólares si alguien le daba noticias de la mentada Campanita. Otra noticia que causó estupor fue la historia del niño de Colorado, llamado Falcon Heene, que supuestamente se encontraba en un globo, construido por su padre, dando vueltas por el desierto mientras helicópteros de varias cadenas televisivas mandaban señales en directo y a todo color a televisores de todo al mundo. Al final, el chavalito se encontraba en su casa y la historia era una farsa de su padre, deseoso por llevar a su familia a las pantallas chicas por medio de un reality show, el cáncer que carcome a la mayoría de las estaciones televisivas del planeta.
Es que el morbo manda, el morbo vende, el morbo convierte todo en oro. Este nuevo Rey Midas, causado por la decadencia de valores que nos enfrentamos, ha entrado campante por las puertas y ventanas de nuestra casa, por las ondas de la radio y por las imágenes de nuestros televisores. Gozamos con las tragedias humanas, gozamos con la sangre y con la angustia de nuestros vecinos. Nos regocija saber que en cualquier coordenada del planeta alguien la está pasando mal. No creo que sea solidaridad o amor al prójimo ver como la tierra escupe a 33 personas. No le encuentro sentido desvelarse por ver como cada, 15 ó 30 minutos, una cápsula extrae a una persona. Es más triste saber cómo los editores de los medios no escatimaron recursos para transmitir por un día entero una historia que si bien es loable, no debería de haber tomado ribetes de novela o de Survivor a la Chilena. Ya me imagino a la Mina San José convertida en una Disneylandia latina, con sus tazas de café y sus fotos de rigor que deberá tomarse el turista a la par de la cápsula o la camiseta, que dirá en variados colores y en tallas desde XS hasta XXL: Alguien que me quiere mucho, me trajo esta camiseta desde la Mina San José. Es decadente, definitivamente.
A veces pienso que este interés desmedido por la vida de los demás, por el cuecho, por lo retorcido, se debe al hartazgo que sentimos por las noticias políticas, por las noticias bélicas o por los pleitos diarios de nuestros líderes. Pero esas noticias son las que deberían de ocupar nuestra atención, porque esas noticias son las que nos van a cambiar la vida, las que cambiarán nuestro entorno. Se rescató gracias a Dios a los 33 mineros, pero eso no resuelve nuestros problemas. Ellos ahora se cotizan como del jet set, cobran por la emisión de sus fiestas, por las primicias de sus entrevistas, cobran miles de dólares por sus fotos y sus palabras y nosotros seguimos preocupados por el precio de la libra de frijol, así como si nada.

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