El 22 de diciembre,
con la parafernalia debida, inauguraciones en el campo y en la ciudad, se dio
por iniciada la obra cumbre para Nicaragua, la construcción del Gran Canal,
sueño desempolvado con mas de 100 años de antiguedad. Se nos quiere vender este
proyecto como la panacea a nuestros problemas, mas de 50,0000 empleos directos
que vendrán a paliar la pobreza del segundo país mas paupérrimo del continente.
Esa pobreza que no se ha podido erradicar en mas de 35 años de revolución, esa
pobreza que mas bien se ha acrecentado en 16 años liberales y 19 años
cristianos, socialistas y solidarios.
Con una inversión anónima de 50,000 millones de dólares se pretende
construir una maravilla arquitectónica, la obra del siglo le llaman, aunque
estructuralmente sea muy inferior a la Represa 3 gargantas, que trajo la
movilización de sus casas de casi dos millones de chinos, pérdidas ambientales, ya que
extinguió al delfín chino y barrió con patrimonio cultural de dinastías chinas.
Tardó 17 años en construirse y contribuyó al encarecimiento de material
constructivo en el mundo.
La familia Ortega,
encabezada por el tridente Daniel-Rosario-Laureano nos ha querido hacer creer que esta
es nuestra única oportunidad para dejar la pobreza, y son coreados por sus
prosélitos, sin saber absolutamente nada de su artífice, el hermano Wang Jing.
Pero ¿Es realmente nuestra salvación? Panamá, vecino cercano a Nicaragua y dueño de
un Canal, sigue sumergido en la realidad tercermundista, sin la magistral
intervención del General Omar Torrijos, seguiría siendo propiedad de Estados
Unidos y se reflejaría menos su impacto en la economía panameña. Para darnos
una idea, Panamá tenía un PIB per cápita de 3000 dólares en 1980, fecha de la
firma del Tratado Torrijos-Carter. En 30 años su PIB ha crecido hasta los 12000
dólares, pero en los últimos años ha venido decreciendo, tal vez por la
recesión económica mundial o por la corrupción que campea libremente en el
vecino sureño. El 37% de los panameños es pobre y la mitad de estos,
extremadamente pobres, es decir, 1 de cada 5 panameños es extremadamante pobre.
Cifras similares a las nicaraguenses.
La
desnutrición en Panamá afecta al 20% de los niños, y se acentúa en la población
indígena. Según la PREAL, la calidad educativa está por debajo de la media en
Latinoamérica.
Al
parecer, la cosa en Panamá no es tan buena, la distribución de la riqueza no es
equitativa y es uno de los países con mayor inequidad social en AL, el pobre
mas pobre y el rico mas rico. La inversión en educación no es la idónea y se
siguen cultivando obreros y no emprendedores, ninguna institución universitaria
panameña está entre las mejores del mundo, ni tan siquiera en las
latinoamericanas.
Por
otro lado, países sin canal, si han eliminado esa brecha enorme entre ricos y
pobres, un ejemplo magnífico es Singapur, que pasó de ser una tierra arrocera
en los rincones asiáticos a un ejemplo mundial de recuperación económica.
Desde
1965, mucho después de la construcción del Canal de Panamá, Singapur ha
apostado por la educación y fuerte y sus resultados son sorprendentes. El PIB
per cápita es de 61,000 dólares, su tasa de desempleo es del 2% tienen un
superávit comercial de mas de 100,000 millones de dólares.
La
educación es su obsesión y su principal recurso, apostaron por una educación
bilingue y de calidad, no pensaron en criar a mano de obra, se dedicaron a
criar a líderes educados.
Entonces,
qué preferimos? Canal o Educación? La respuesta es simple y obvia, a menos que
este Canal sea una mampara para hacerse de tierras y de negocios turbios que ni
puedo imaginar. En vez de estar en las rotondas pidiendole a DIOS que bendiga
al Canal, por qué no pedirle a nuestro Presidente que invierta en educación y
salud y deje de hacer recortes graduales al Ministerio de Educación y Salud
para darle mas dinero a instituciones obsoletas y nefastas como el Consejo Supremo
Electoral y al Ejército de Nicaragua? Pero bueno, si queremos edificios como la
zona costera de Panamá City y electrodomésticos baratos como en Colón, pues
agarremos nuestra piocha y pala y vamonos con el Hermano Wang a partir en dos
a Nicaragua. Ahí nos vemos, Filiberto!